INVESTIDURA 2015

ANÁLISIS DE LAS ELECCIONES 2015

17/05/2015 DEBATE ELECTORAL BRIVIESCA

10/05/2015 ENTREVISTA RADIO BRIVIESCA

jueves, 23 de abril de 2015

VILLALAR DE LOS COMUNEROS 2015

Celtas Cortos en Villalar 2015
Acabo de regresar de las campas de Villalar de los Comuneros, y, aunque estoy físicamente roto, me pongo frente al ordenador para cumplir mi compromiso semanal con los amigos de Burgos Conecta, y obviamente también con los lectores de “La Tenada del Común”. Y la verdad es que aunque llego agotado y cansado, una íntima satisfacción también me llena, proporcionándome la convicción de que la jornada ha merecido la pena.
En nuestra Castilla, es frecuente escuchar el triste lamento: “en esta tierra, no tenemos identidad…”. Sin embargo creo que Villalar pone en cuestión esa pesimista afirmación. Desde el año 1976, de forma ininterrumpida (y ya son 40 años de celebraciones consecutivas), decenas de miles de personas se reúnen en las campas de Villalar de los Comuneros… no un año, ni cuatro, ni diez, ni veinte… sino ¡cuarenta!. Y esas decenas de miles de personas (y en algunas ocasiones cientos de miles), acuden a Villalar, ni arrastradas por partidos o sindicatos, ni guiadas por un fervor castellanista; se presentan en las calles y campas de Villalar buscando algo, quizás unas raíces, reconociendo una autoidentificación castellana que les hace exhibir sin pudor, símbolos, banderas y enseñas, que durante el resto del año acumulan polvo en el fondo de un armario; acuden con ganas de pasárselo bien, bailando, charlando, comiendo y bebiendo; se acercan a un Villalar festivo, pero interpelados por los serios rostros de unos barbudos comuneros prestos a su ejecución; un Villalar donde todas las reivindicaciones de la sociedad castellana actual tienen cabida, comprensión y apoyo.
Es verdad que los telediarios y la prensa nacional hablarán el 23 de Abril de San Jordi, del libro y la rosa, de Cervantes y Shakespeare y que si se acuerdan de Castilla, será fugazmente para recoger un par de opiniones del Presidente de la Junta. Las decenas de miles de castellanos que la hemos gozado en Villalar, nuestros sentimientos, nuestras alegrías y nuestras angustias, no interesan. Pero por lo menos que no digan que no tenemos identidad, que no amamos a nuestra tierra, porque en ninguna otra parte de España, por reivindicativa, nacionalista o privilegiada que sea, se reúnen todos los años, desde hace tanto tiempo, tal número de personas, convocados exclusivamente por su propia conciencia y su libérrima voluntad.
Otro lugar común al hablar sobre Villalar pretende descalificarlo despectivamente bajo la acusación: “¡cómo vamos a celebrar una derrota”. Supongo que son los mismos que festejan el 11 de septiembre en Cataluña o el 2 de mayo en Madrid, grandes victorias bélicas donde las haya; los mismos que recorren las festividades del calendario, aunque recuerden a sus santos favoritos el día de su martirio. Obviamente, los Comuneros, perdieron la Batalla de Villalar, y su sangre quedó empapando la tierra donde sus mejores cayeron. Pero, desde la perspectiva que da el paso de casi 500 años desde entonces, ¿qué valores han triunfado en la sociedad? ¿los principios del Absolutismo que defendían los Imperiales de Carlos V, o las ideas populares de los rebeldes comuneros?.
No hay que ser un lince para detectar que las argumentaciones del bando imperial, que defendía el poder absoluto del monarca, que venía directamente de Dios, que gobernaba sobre vidas y haciendas sin responder ante nadie, que pretendía utilizar los recursos y las gentes de Castilla para sus sueños alemanes, que se apoyaba en una casta de nobles territoriales que avasallaban a campesinos y pecheros, que defendían sus heredados privilegios económicos y políticos, y que mantenía un sistema judicial corrupto y al pueblo alejado del gobierno en los municipios y concejos, no constituyen precisamente las ideas que dominan el pensamiento político de hoy.
Sin embargo, si repasamos los valores que insuflaban ánimo al bando comunero, detectamos en ellos un aroma de evidente modernidad. Que el gobierno de los concejos estuviera en manos de la Comunidad elegida por los vecinos, que la nobleza territorial liberara de su yugo de señorío a la población rural, que la producción de lana castellana se transformara en los talleres urbanos de esta tierra y no se exportara a Flandes, que el Rey se centrara en el gobierno de Castilla sin atender a otros reinos, que las decisiones del monarca fueran debatidas y aprobadas en las Cortes del Reino… Sí, las ideas de los Comuneros nos recuerdan los valores de la Revolución Francesa, y no en vano, sus documentos, aprobados por la Santa Junta de Ávila, han sido calificados como la primera Constitución Democrática de Europa, y su rebelión como la primera Revolución Moderna.
Probablemente en Villalar no celebramos una derrota, sino que honramos a unos visionarios que, casi trescientos cincuenta años antes de las revoluciones liberales en España, ya intentaron construir una Monarquía democrática, parlamentaria y castellana, donde los derechos humanos de sus habitantes estuviesen por encima de la codicia y ansias de poder de sus gobernantes y privilegiados… ¡cómo hoy mismo!
Villalar de los Comuneros, el 23 de abril, es hoy un lugar donde familias, jóvenes y mayores deambulan alegres, tapeando en las casetas, rebuscando un recuerdo en los puestos, disfrutando del sonido de la dulzaina que todo lo inunda por doquier, curioseando entre los llamativos atavíos de los grupos de folklore, simpatizando con las muchas demandas sociales que allí se expresan, saludando al octogenario poeta de Los Comuneros, Luis López Álvarez, que no para de dedicar sus reclamados libros, o fotografiándose con los integrantes del Mester de Juglaría o Candeal.
Un lugar lleno de gente del Común, donde no se ven ni banqueros ni grandes empresarios; un espacio del que huyen los privilegiados y los poderosos, los corruptos y los imputados, que prefieren las moquetas y la discreción de los despachos, al polvo de la campa y el sudor de la gente, donde la única nota de anormalidad la dan los jerifaltes de la Junta con su presidente a la cabeza, que en su rápida y cobarde visita matutina a Villalar, solo sabe moverse rodeado por cuarenta antidisturbios, dejando en evidencia que su propio pueblo, es lo que más miedo le produce.
Nada puede con Villalar. Ni las prohibiciones de los años setenta, ni las injustificadas acusaciones de violencia, ni el odio visceral de Aznar y el PP, con su ridícula ceremonia itinerante por toda Castilla y León, ni el sol abrasador o la lluvia impenitente, ni la indiferencia mediática, ni la incomprensión de los nuevos actores políticos como Ciutadans o Podemos que ni entienden el espíritu de Villalar, ni se sienten cómodos en sus campas. Nada puede con Vilallar.
Hasta el año que viene… Villalar de los Comuneros.
Luis Marcos

No hay comentarios:

Publicar un comentario